sábado, 30 de junio de 2012
viernes, 29 de junio de 2012
Cabeza de Lavamanos
La buena suerte
consiste en caer
del lado izquierdo
del azar
La
buena suerte
consiste en caer
más allá de mi cabeza
La
buena suerte
consiste en estrellarse
contra los árboles
Todo el mundo se queja
Sam Shepard, 27/7/81; San Fernando Valley.
-¿Tienes el síndrome?
-Ya no te quiero.
-Ya no te quiero.
-Yo sin ti no valgo nada.
-Ya no te quiero.
-Te amo.
-El cobarde demuestra el amor con un beso, el
valiente con la espada, mátate.
-Mi amor es como las cosas que nunca tienen
respuesta.
-Ya no te quiero.
-Dime qué quieres que te haga, yo sé de mil
calles y todas llevan al mismo lugar.
-Tráeme
la cabeza de tu madre.
-¿La cabeza?, ¿De mi madre? …ya vengo.
Andrés corre hasta la casa de su madre, la
besa y le corta la cabeza. La mete en una bolsa y acelera de regreso, tanto que
tropieza y cae por las escaleras, la bolsa por un lado, la cabeza por el otro y
él más allá. Se incorpora y busca su paquete,
desde un rincón la bola le interroga…
-Hijo ¿te hiciste daño?
-Madre, es mejor la realidad a un falso
sueño.
Shivá observa la situación y sin mediar
palabras entra en escena y le corta la cabeza al joven galán. Párvati mira con horror al decapitado Ganesha
y grita:
-Insensato. Era a tu hijo.
-Le pondré la cabeza del primero que pase por la puerta.
-Está
totalmente documentado que el cabello de María Antonieta encaneció durante la
noche anterior al día de su decapitación.
- Un hombre mató ayer de múltiples
machetazos a su concubina de 23 años, le cortó la cabeza y luego se
suicidó.
-Todos sabían lo de él
con la madre y con la hija, cosa que prohíbe la ley.
-Y ocurrió que en un festín que celebraban en
palacio quedó Herodes tan prendado de la danza de Salomé, que le ofreció hasta
la mitad de su reino porque aceptase ser su esposa. Salomé lo consultó con su
madre, y ésta le dijo que el mejor premio era la cabeza de san Juan Bautista en
una bandeja y ese fue el premio.
- Me está doliendo la…
-Córtatela.
domingo, 24 de junio de 2012
domingo, 17 de junio de 2012
Día del padre
Inventé a mi padre a partir de ciertas características que tomé
de vecinos, comerciantes y personajes de la televisión. Mi madre persuadida de que todos los hombre son
igualmente prescindibles, nunca mencionó el tema, ni a favor, ni en contra, lo
de ella era los turpiales y las tortas de piña.
Tardíamente, después de escuchar
una de mis conversaciones imaginarias decidió colaborar
en la elaboración de mi patriarca ficticio contándome anécdotas de un maestro
con atributos que ella amaba: carácter y lealtad.
El ectoplasma que acompañó mis solitarios juegos infantiles, enseñándome
a jugar ajedrez entre poemas, canciones y moralejas, fastidió mi
adolescencia más de la cuenta presentándose
en los momentos más inoportunos para arruinarme la fiesta, como aquella vez que
me fumé mi primer porro con María Elena,
mayor que yo, compañera de estudios repitiente que habían expulsado de su antigua escuela y quien
me abrió las puertas de la percepción
aquella tarde en el jardín de la casa de su abuela. Fue un viaje estupendo lleno de vibraciones ascendentes, a pesar de las intermitentes y censuradoras visiones de mi imaginario paterno.
A medida que crecía mi padre se diluía, perdía sustancia y solía
confundirlo con otros en la calle, cualquiera que llevase una camisa a cuadros,
un pantalón kaki y unos mocasines o un chándal unicolor. Cuando a los
diecisiete me di cuenta de que nada me quedaba en común con él, ni siquiera el gusto por las mujeres (él
sólo gozaba de sí mismo y de otros hombres de su talante aunque fingía mirar
las glándulas mamarias de las hembras, en presencia de otras mujeres) y pretendió satisfacer su voyerismo con
la excusa de su inmanencia, tuve que
pedirle que se marchara. Así descubrí que no era una creación de mi mente, un amigo
imaginario, como había supuesto al salir de la inocencia sino que era un
fantasma persistente y vengativo que no se privó de perturbar mi primera noche de amor con Lupita.
El enigma de mi padre realmente había llegado a confundirme porque
nunca adoptó
la apariencia de una esfera de luz o de silueta cubierta con
una sábana blanca, se presentaba ante mí vestido a la usanza y desde la primera
aparición, tendría yo como tres años, hasta
la última había envejecido gradualmente como corresponde, lo que me había
persuadido de que era una invención de mi mente, un personaje creado para llenar
un vacío pueril y que audaz se había
revelado y negado a desaparecer, insubordinado a mi ingenio y maquinaciones
conscientes, a la tinta y al papel. Consideraba la presencia de mi padre entre
mis más viejos y fieles juguetes. Pero después de haberme arruinado lo que
debió ser una auténtica noche de placer, sentado sobre el armario a lo “Doña
Flor y sus dos maridos”, observándome son sonrisa sardónica, cada vez que abrí
los ojos. Decidí liquidarlo.
Seguí casi todas las
recomendaciones leídas, no me atreví a consultar un experto por temor a
ser descubierta y ridiculizada. Le pedí directamente que se marchara: “El mundo
físico no es tu dominio, no tienes ningún poder sobre mi mente o cuerpo, tengo
vida propia y derecho a equivocarme, no tienes nada que enseñarme, no tengo miedo, por favor vete”. Nada, me miró
con cara de “a palabras necias oídos sordos”. Le hable a lo Melinda Gordon:
“Estás muerto, este no es tu lugar, debes ir hacia la luz”, casi me reí cuando me escuché darle ese consejo, ambos
sabíamos que el albor no era
precisamente un lugar para una sombra cobarde y sádica como la suya. Sintiéndose
descubierto, el también guardó las apariencias y desapareció, para volver a la
semana siguiente.
Fue entonces cuando le pregunté directamente: ¿Qué quieres de mí?. Con la esperanza de que cumpliera algún deseo
reprimido y luego se marchara. Dinero
me dijo, la respuesta al 99 por ciento
de las preguntas. Quiero dinero para comprar un elefante y ¿qué
vas a hacer con un elefante? le
pregunté. Lo que quiero es el dinero dijo, antes de volver a eclipsarse.
Saqué cuentas: de la cuna a la Uni, maternidad, pre-escolar, primaria,
básica y diversificada. Reuní una significativa suma, pero pasaron 3 años antes
de que volviera a verle, una mañana de
primavera en la que yo no me encontraba muy bien y él en cambio se veía
pletórico e inspirado redoblando mi angustia al darme cuenta de que no había aparecido por
mi estado condicional sino por la deuda pendiente. Cerré mis ojos con firmeza y
lo di por visto en un delirio febril y así fue. A la mañana siguiente consulté
a una especialista en la materia y me dejé llevar.
Tenía 27 años, la edad justa para un reseteo, la experta me recomendó
hacerlo cada 7 años. Pasé 10 días meditando 14 horas diarias y haciendo votos
de silencio para llevar el sistema a cero, para borrar todos los archivos pues
la presencia obsesiva se había filtrado mediando todas mis relaciones,
infectándolo todo. Fue un trabajo extenuante lo que a mí entender debía
garantizarme la paz perpetua, aunque sin sepulcro, mi maestra estaba persuadida
de ello sin embargo me recomendó invocar la presencia en la perspectiva de que
no se manifestara y si así fuera, leerle la siguiente cartilla dándola por cierta:
Papito amado, tantos años
sin ti, aferrándome , a lo poco que te dio tiempo de enseñarme, tu rectitud,
tu gallardía, tu ímpetu, tu lucha,
tu honestidad, tu sencillez, tu carácter, tu fuerza al hablar, al imponerte, de lo
incorruptible, de tu honradez, eso hoy papi, donde quieras que estés, deseo que
lo sepas, que sepas que dejaste a tu hija bien formada, con principios,
valores, con mucha moral y ética, Algún día se que estaré a tu lado, se que
estas en el cielo y me vas a esperar, estoy trabajando para estar allá.
Nota: Este texto forma parte
del libro “Dios es un perro”, escrito por mi en 2011.
Julie Correa
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sábado, 16 de junio de 2012
EL MUNDO SIN MUJERES
El mundo sin mujeres (II Mondo senza Donne, 1935), Virgilio
Martini, describe los estragos de una enfermedad misteriosa (llamada finalmente
falopitis) que diezma a la población femenina en edad de procrear, de la pubertad a la
menopausia. Los síntomas de la enfermedad hacen pensar irresistiblemente, con cincuenta
años de antelación, en los del Sida.
Por una coincidencia asombrosa, la enfermedad ha partido de
Haití para invadir el mundo entero. Y por otra coincidencia paradójica el origen de esta
enfermedad, ante la cual la ciencia
Es el final literal de la alienación. Ya no queda nadie
enfrente. Antes, se habría visto en eso el final ideal del sujeto; apropiación y disposición
totales de uno mismo. Hoy descubrimos que la alienación nos protegía de algo peor, de la pérdida
definitiva del otro, de la expropiación del otro por el mismo.
Por una coincidencia asombrosa, la enfermedad ha partido de
Haití para invadir el mundo entero. Y por otra coincidencia paradójica el origen de esta
enfermedad, ante la cual la ciencia
es impotente (exactamente como en el caso del sida), ¡acaba
por encontrarse en una conspiración de homosexuales para exterminar la raza
femenina! La epidemia sigue su curso,
todas las adolescentes y mujeres jóvenes desaparecen, y la
raza humana no tarda en estar amenazada de extinción. El resto, abundante en peripecias,
cae en el suspense. Pero la idea
núcleo es la de un exterminio de la feminidad; alegoría
terrorífica del exterminio de cualquier alteridad, de la cual lo femenino es la metáfora, y quizás
algo más que la metáfora
Nosotros somos víctimas, y en absoluto alegóricamente, de un
virus destructor de la alteridad. Y más aún que en el caso del sida, se puede
aventurar que ninguna ciencia sabrá protegernos de esta patología viral que, a fuerza de
anticuerpos y de estrategias inmunitarias, apunta a la extinción pura y simple del otro. Si bien en lo
inmediato este virus no afecta a la
reproducción biológica de la especie, afecta a una función
todavía más fundamental, la de lareproducción simbólica del otro, en favor de una
reproducción clonada, asexuada, del individuo sin especie, pues estar privado del otro es estar
privado de sexo, y estar privado de sexo es estar privado de la pertenencia
simbólica a cualquiera de las especies.
Con motivo de su aparición en Italia (1953; había
permanecido inédito durante veinte años debido al rechazo de los editores), el libro fue
condenado y retirado de la circulación por obsceno, cuando, en el fondo, no hay nada menos pornográfico
que un mundo sin mujeres.
Pero sólo se trataba de una coartada para ocultar la idea
pavorosa, bajo la tapadera de una destrucción de la feminidad, de una destrucción aún más
monstruosa, ante la idea de un
mundo enteramente entregado al Mismo.
Es el final literal de la alienación. Ya no queda nadie
enfrente. Antes, se habría visto en eso el final ideal del sujeto; apropiación y disposición
totales de uno mismo. Hoy descubrimos que la alienación nos protegía de algo peor, de la pérdida
definitiva del otro, de la expropiación del otro por el mismo.
Existen en alemán dos términos aparentemente sinónimos, pero
cuya distinción es significativa. «VERFREMDUNG» es el devenir—otro, extraño a
uno mismo, la alienación en el
sentido literal. «ENTFREMDUNG», en cambio, significa la
desposesión del otro, la pérdida de total alteridad. Pues bien, es mucho más
grave ser desposeído del otro que de uno mismo. La
privación del otro es peor que la alienación: una alteración
mortal, por liquidación de la misma oposición dialéctica. Desestabilización sin recurso, la del
sujeto sin objeto, la del mismo sin el otro: estasis definitiva y metástasis del Mismo. Un destino
tan funesto para los individuos como para nuestros sistemas, autoprogramados y
autorreferenciales: se acabó el adversario, se acabó el entorno hostil; se
acabó por completo el entorno, se acabó la exterioridad. Es como arrebatar una
especie a sus predadores naturales. Privada de esta adversidad, sólo puede destruirse
ella misma (por «depredación» en cierto modo). Al ser la muerte la gran
predadora natural, una especie a la que se intenta a cualquier precio
inmortalizar, arrancar a la muerte — es lo que hacemos a través de todas
nuestras tecnologías de sustitución de lo viviente—, está condenada a
desaparecer. Está claro que la mejor estrategia para perder a alguien es
eliminar todo lo que le amenaza y hacerle perder así todas sus defensas, y es
la que estamos aplicándonos a nosotros mismos. Al eliminar al otro bajo todas
sus formas (enfermedad, muerte, negatividad, violencia, extrañeza) sin contar
las diferencias de raza y de lengua, al eliminar todas las singularidades para
hacer brillar nuestra positividad total, estamos a punto de eliminarnos a
nosotros mismos.
Hemos luchado contra la negatividad y la muerte, extirpando
el mal bajo todas sus formas. Al eliminar el trabajo de lo negativo, hemos
desencadenado la positividad, y ella es
actualmente la que se ha vuelto asesina. Al liberar la
reacción en cadena de lo positivo, hemos liberado al mismo tiempo, por un efecto perverso pero
perfectamente coherente, una intensa
patología viral, pues el virus, lejos de ser negativo,
procede al contrario de una ultrapositividad, de la cual es la encarnación
asesina. Eso se nos había escapado, al igual que las metamorfosis del mal, que
siguen, como su sombra, los progresos de la razón.
Este paradigma del sujeto sin objeto, del sujeto sin otro,
se descubre en todo lo que ha perdido su sombra y se ha vuelto transparente a sí mismo,
hasta en las sustancias desvitalizadas: en el azúcar sin calorías, en la sal sin
sodio, en la vida sin sal, en el efecto sin causa, en la guerra sin enemigo, en las pasiones sin objeto,
en el tiempo sin memoria, en el amo sin esclavo, en el esclavo sin amo en que nos hemos
convertido.
¿Qué le sucede a un amo sin esclavo? Acaba por aterrorizarse
a sí mismo. ¿Y a un esclavo sin amo? Acaba por explotarse a sí mismo. Hoy los
dos están reunidos en la forma moderna de la servidumbre voluntaria: sujeción a los
sistemas de datos, a los sistemas de cálculo; eficacia total, perfomance total. Nos hemos
convertido en dueños, por lo menos virtuales, de este mundo, pero el objeto de este dominio, la
finalidad de este dominio, ha
desaparecido.
Jean Baudrillard, El Crimen Perfecto
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Virginio Martini
viernes, 15 de junio de 2012
Rumbo al fascismo
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julie Hermoso
domingo, 10 de junio de 2012
al infinito
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Saturday Night Fever
Posporno
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