miércoles, 8 de mayo de 2013
Para que nada nos separe que nada nos una
Hace al menos 15 años, Vanessa pintó una estampa de Hugo Chávez que conservé durante mucho tiempo, pues a partir de entonces supe que él era un hombre trascendente, todo lo que ella pintaba lo era, tenía un sensibilidad potente que le permitió plasmar realidades. Hago mención de esta significativa y magnífica expresión telúrica en el libro Dios es un perro. Ella nunca perdió su vínculo con el más allá, transitaba ese pasaje a voluntad y con frecuencia, yo temía siempre por su regreso, incluso cuando dormía días enteros. La presencia de Chávez en nuestras vidas la llenó de aliento. Cuando prohibió la pesca de arrastre en nuestras costas se fue a vivir a Margarita, dejó los vicios y se sometió a una vida.
El domingo decidió emprender el vuelo, justo a dos meses de la muerte del Comandante Eterno, entiendo que decidió atender a su llamado. Lo que interpreto como su unión a las fuerzas invisibles, invencibles y silenciosas del cambio. Esas que implacables nos acompañan de la cuna a la tumba, arroyando todas nuestras confusas resistencias. Las mismas fuerzas que escriben, editan y publican, que amasan, estructuran y concretan. Las mismas que se ensamblan, detonan y destruyen. Las que empujan el rio y anudan la tormenta. Las que acompañan el velero y asuelan pueblos. Esas que ahora el Comandante Eterno organiza para el bienestar humano, en sus filas, amores que no se olvidan: Andrés Avelino, Edith, José Ignacio, Julieta, Chavela, Stefania, Floraima, Julian, Vanessa.
Hugo Chávez está convocando a los más leales entre nosotros. Así como Vanessa me abrió los ojos a la existencia del ser humano indispensable , que a su vez le insuflo vida hasta el final, me inquieta su decisión, más allá de la tristeza; si la tomo como premonición de lo que viene, a lo que debemos prepararnos en términos reales. Pero a su vez me tranquiliza saber que, así como, la experiencia es intransferible, el cambio inevitable. Nada permanece igual, como nos revela el proceso evolutivo que nos augura la alegría del verde sobre el humo, gracias a la voluntad de la conciencia, que según Sartre es anterior a la NADA.
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