domingo, 18 de octubre de 2015

Caracolas rosas silbaban al viento
haciéndose eco de mil lamentos.

Corriendo sobre blanca arena, 
los pies hundidos en el polvo nácar, 
donde donde el mar es tierra y la tierra agua.

Un puñado de caracolas rosas
como nubes de piedra,
juegan a asomar sus ojos
y a beberse la espuma blanca.

Entre mis dedos cogí
un puñado de ellas
con su peso de mil años,
con olor a estrellas.

Llevo a mis oídos sus bocas
y me susurran tantas cosas,
voces de mar antiguo,
de cuando el hombre era nada.

Y el paisaje me habló,
allá en la playa, el agua en la luz y
la luz en el agua.

Caracolas mágicas agitan las olas
cantares de luz, cantares del alma.

Efímeras sirenas cantan y me encierran
y yo puedo sentir el Cielo en la Tierra.

José Manuel Hermoso Cacua

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