Caracolas rosas silbaban al viento
haciéndose eco de mil lamentos.
Corriendo sobre blanca arena,
los pies hundidos en el polvo nácar,
donde donde el mar es tierra y la tierra agua.
los pies hundidos en el polvo nácar,
donde donde el mar es tierra y la tierra agua.
Un puñado de caracolas rosas
como nubes de piedra,
juegan a asomar sus ojos
y a beberse la espuma blanca.
Entre mis dedos cogí
un puñado de ellas
con su peso de mil años,
con olor a estrellas.
Llevo a mis oídos sus bocas
y me susurran tantas cosas,
voces de mar antiguo,
de cuando el hombre era nada.
Y el paisaje me habló,
allá en la playa, el agua en la luz y
la luz en el agua.
Caracolas mágicas agitan las olas
cantares de luz, cantares del alma.
Efímeras sirenas cantan y me encierran
y yo puedo sentir el Cielo en la Tierra.
José Manuel Hermoso Cacua
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