lunes, 19 de mayo de 2014

“Tienes que obsesionarte y mantener la obsesión. Y pasar de largo ante las ventanas abiertas”" John Irving

"Existen al menos dos tipos de juegos. Uno podría llamarse finito, el otro infinito. 
Un juego finito es jugado con el propósito de ganar, un juego infinito con el propósito de seguir el juego" 
Las reglas de un juego finito no pueden cambiar, las reglas de un juego infinito deben cambiar.
Los jugadores finitos juegan dentro de los límites, los jugadores infinitos juegan con los límites.
Los jugadores finitos son serios, los jugadores infinitos son joviales.
Los jugadores finitos ganan títulos, los jugadores infinitos no tienen sino sus nombres.
Un jugador finito consume tiempo, un jugador infinito genera tiempo.


Juegos finitos, juegos infinitos, James Carse

“Para D-Muerta por su propia mano

Mi querida, me pregunto si antes del fin
pensaste en aquel juego de niños
al que seguramente jugaste, en el que
corres por encima del estrecho muro de un jardín
imaginando que es la cima de una montaña
con insondables precipicios a ambos lados
y cuando sentiste que perdías el equilibrio
saltaste, porque temías caer, y pensaste
sólo por un instante: Es ahora cuando muero.

Eso fue hace una vida. Ahora ya no estás,
te negaste a seguir jugando el juego de los adultos
en el que, manteniendo el equilibrio en la cima que corona la oscuridad
se sigue corriendo sin mirar abajo
y nunca se salta por temor a caer.”
(Howard Nemerow)

sábado, 5 de abril de 2014

Diálogo por la PAZ

Hija:

El problema no es Jenifer, ni Adrían; ni Ana Carolina, ni Agustín. Ni la tipa loca de Margarita, ni Daniela tu buena hermana, que son las últimas personas con las que has convivido.

Ni es la gente de la imprenta con las cuales tuviste problemas: ni es el loco que te lanzó los equipos desde una ventana en Barcelona; ni es la última señora con las cual viviste y que yo conocí; ni es Carolina ni es Yadday; ni son todas las personas con las que viviste o tuviste por vecinos en Barcelona; ni todos los amigos que has tenido y has perdido desde que tienes 20 años. Ni es la madre de Bea, ni tus tíos Hermoso, ni tus hermanos Arias... No hija...entiéndelo, el problema eres tu... 

Tienes en tu psicología el argumento de que nadie te quiere y de que a ti te botan de todas partes... Por eso, inconscientemente, necesitas provocar rechazo y provocar conflicto con todo el que tengas cerca (especialmente las personas que más te amamos); en Santa Eduvigis, en la Armando Reverón, en el Ateneo... en la Librería PROLEG..y no sé cuántos lugares, espacios o sitios más.. Si no tienes argumentos ni razones para el conflicto, los inventas o las fabricas....

Todo un mundo de amigos y relaciones que has echado por la borda y que has ido perdiendo inmisericordemente.. lo que te ha llevado a esa suerte de abandono, aislamiento y/o soledad en la que te encuentras... Hasta donde quieres llegar...al aislamiento total... 

Yo siempre he dicho que confío en tu inteligencia y en tu sabiduría...Creo todavía que esa gran inteligencia y esos amplios y profundos conocimientos que posees sobre la vida, la historia y la cultura humana te pueden ayudar a salir del hueco emocional y/o psicológico en que te encuentras...

Si nos vamos a la filosofía oriental... podríamos decir que tu estás atrapada en el "Karma" de tu vida, en los altos y bajos de tu historia personal, de tu infancia, de los afectos y desafectos que has vivido, de los rechazos y aceptaciones; de las discriminaciones y exclusiones, del poco o mucho amor que recibiste desde que naciste hasta el momento de completar tu desarrollo personal... Es el pasado que como una gran loza pesa sobre tu alma, sobre tu espíritu, sobre tu inteligencia, sobre tu personalidad...

Y, según esta filosofía la única manera de superar el Karma, es encontrar el "Dharma", es decir, encontrar tu misión en el vida; encontrar tu legado, lo que quieres aportar a la sociedad, a la humanidad del futuro, para devolver lo bueno que has recibido. En otras palabras, encontrar la tarea, el aporte, la obra, que te permitirá decir al momento de tu muerte "NO HE VIVIDO EN VANO"... 

Es demasiada pequeñez continuar por la vida teniendo pleitos de poca monta, por unas colillas de cigarrillo, por que si me vieron mal, o no fueron generosos conmigo, por los defectos y/o debilidades o errores de otras personas...Eso no puede ser vida para una intelectual que confía en que la vida fundada en el amor lleguará a expresarse en formas de belleza...


Padre:

1) Todo tu misil, misiva, corrijo, es una falta de respeto, a mi persona en particular y a todxs los gatos que metes en el saco.

2) Me halaga y espanta al mismo tiempo, siempre me han causado aprensión las personas que creen saber más de mi, que yo.
3) Recuerdo un poema que aprendí de ti:
Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
 Ernesto Cardenal.

4) Dado que lo personal es político y  que todo elemento merece mi consideración, incluido tú, me tomaré la molestia de enumerar los  mis motivos  que me mantienen distante  de ciertas criaturas, cuando los haya:

a) Jenifer y  Adrían, escogen a diario su ignorancia, nadie los obliga, son mentirosos,  flojos, tracaleros y violentos.

b) La gente de la imprenta, es Luis García y El Flaco, todo lo demás es alta rotación. Trosky, tal vez.  Por ahora.

c)  “el loco que te lanzó los equipos desde una ventana en Barcelona”.

d) La última señora con la cual viví en Barcelona: Me robó 2 pares de zapatos de primera.

e) Robin es mi amiga, Beatriz está radicalizada políticamente.

f) Mis hermanos Arias, junto a mi buena hermana Daniela me demandaron ante los tribunales.

g) Tus hermanos responden a la matriz reflejada en esta carta y con la cual me acosas obsesivamente.

5) “Sobre la afirmación: Tienes en tu psicología el argumento de que nadie te quiere y de que a ti te botan de todas partes... Por eso, inconscientemente, necesitas provocar rechazo y provocar conflicto con todo el que tengas cerca (especialmente las personas que más te amamos)”. La entiendo únicamente dentro de la lógica de la proyección especulativa.

6) De Santa Eduvigis me sacaron mis hermanos Correa a través de la demanda, antes mencionada.

7) En el  I.U.E.S.A.P.A.R.  Dirigido por Manuel Espinoza y Sandra Pinardi, recibí varios reconocimientos:

8) En la Librería PROLEG… tomé un taller de escritura creativa que no pude culminar porque me vine a Venezuela y dejé de pagarles ese tramo final, es todo.

9) La vida es una etapa por la que estoy pasando, para nada temo a la muerte. De la que estás cronológicamente más cerca, por eso en tu análisis psicológico no puedo encontrar más que proyecciónes ( siempre ha sido así, es lo que te expresé en 2008, con la imagen adjunta) , eres tu quien tiene pensamientos y/o sentimiento, tales como: En otras palabras, encontrar la tarea, el aporte, la obra, que te permitirá decir al momento de tu muerte "NO HE VIVIDO EN VANO"... 



A mi me queda mucha tela que cortar.

Salud,

Julie Hermoso

sábado, 29 de marzo de 2014

Carta a la Vidente



Vive usted en una habitación pobre, mezclada con la vida. Sería inútil querer oír murmurar el cielo en sus vidrieras. Ni su aspecto, ni el porte, nada la separa a usted de nosotros, pero quién sabe qué puerilidad más profunda que la existencia nos empuja a acuchillar sin fin y a alejar su rostro, y hasta los apegos de su vida.

Con el alma desgarrada y sucia, usted sabe que no siento frente a usted más que una sombra, pero yo no le temo a este terrible saber. La sé a usted en todos los nudos de mí mismo, y mucho más cercana que a mi madre. Y estoy como desnudo ante usted. Desnudo, impúdico y desnudo, derecho y tal como una aparición de mí mismo, mas sin bochorno, pues para su ojo, que corre vertiginosamente por mis fibras, el mal realmente no es pecado.

Nunca me sentí tan preciso, tan reunido, tan seguro inclusive más allá del escrúpulo, más allá de toda malignidad que pudiera venirme de los otros o de mí, y asimismo tan perspicaz. Usted agregaba la punta de fuego, la punta de estrella al filo tembloroso de mi titubeo. Ni juzgado, ni juzgándome, entero sin hacer nada, íntegro sin esforzarme; la vida aparte, era la felicidad. Y, por fin, ya no más miedo de que mi lengua, mi gran lengua demasiado grande, mi lengua minúscula, se equivocara; apenas si necesitaba remover mi pensamiento.

No obstante, penetré sin temor en su casa, sin rasgo de la curiosidad más ordinaria. Y, sin embargo, usted era la maestra y el oráculo, usted hubiera podido aparecérseme como el alma misma y el Dios de mi espantoso destino. ¡Poder ver y decirme! Que nada de lo sucio o secreto sea oscuro, que se descubra lo soterrado, que lo rechazado se exponga al fin al bello ojo desplegado de un juez absolutamente puro. Del que discierne y dispone pero que hasta ignora que nos puede abatir.

La luz perfecta y suave donde ya no se sufre de su alma, sin embargo infestada de mal. La luz sin crueldad ni pasión en la que no se revela más que una sola atmósfera, la atmósfera de una pía y serena, de una preciosa fatalidad. Sí, viniendo a donde usted, Madame, ya no le tenía miedo a mi muerte. Muerte o vida, ya no veía yo sino un gran espacio plácido donde se disolvían las tinieblas de mi destino. Estaba realmente a salvo, liberto de toda miseria, pues hasta mi miseria por venir me era dulce, si imposiblemente había miseria que temer en mi futuro.

Mi destino ya no me era la ruta cubierta que ya casi no puede encerrar más que el mal. Yo había vivido en eterna aprensión de él y, a distancia, lo sentía cerca, acurrucado en mí desde siempre. Ningún remolino violento turbaba mis fibras por adelantado; el infortunio me había atacado y trastornado demasiado. Mis fibras ya no registraban más que un bloque uniforme y suave.

Y poco me importaba que se me abriesen las puertas más terribles, lo terrible ya quedaba por detrás de mí.
Y, mismo mal, mi porvenir próximo no me conmovía sino como una armoniosa discordia, una serie de cimas revueltas y encajadas, embotadas en mí. Usted, Madame, no podía anunciarme más que el allanamiento de mi vida.

Pero lo que, por encima de todo, me tranquilizaba no era la certeza profunda, vinculada a mi carne, sino más bien el sentimiento de la uniformidad de todas las cosas. Un magnífico absoluto. Sin duda que había aprendido a acercarme a la muerte y por eso todas las cosas, hasta las más crueles, sólo se me mostraban ya desde la óptica de su equilibrio, en una perfecta indiferencia de sentido.

Pero había algo más. Es que ese sentido, aunque indiferente tocante a sus efectos inmediatos sobre mí, estaba coloreado por algo bueno. Yo venía a usted con un optimismo integral. Un optimismo que no era un declive de la mente, sino que provenía del conocimiento profundo del equilibrio en que toda mi vida estaba sumergida. Mi vida por venir equilibrada por mi pasado terrible, y que se introducía sin traqueteo en la muerte.

Yo sabía mi muerte por adelantado como el término de una vida en suma llana, y más dulce que mis mejores recuerdos. Y la realidad crecía a grandes pasos, se amplificaba hasta el soberano conocimiento donde el valor de la vida presente se desmonta bajo los golpes de la eternidad. Ya no podía ser que no me vengara la eternidad de este sacrificio encarnizado de mí mismo, en el que yo no participaba. Y mi futuro inmediato, mi futuro a partir de ese minuto en que yo penetraba por primera vez en su círculo, Madame: también ese futuro pertenecía a la muerte. Y usted, su aspecto me fue favorable desde el primer instante.

A la emoción de saber la dominaba el sentimiento de la mansedumbre infinita de la existencia. Nada malo podía venirme del ojo azul y fijo con el que usted investigaba mi destino. 

Así es. Tenía ese sentimiento frente a Ella. La vida era buena porque la vidente estaba ahí. La presencia de esa mujer me era como un opio, más puro, más ligero, aunque menos sólido que el otro. Pero mucho más profundo, más vasto, abriendo otras arcas en las células de mi mente. Ese estado activo de intercambios espirituales, esa conflagración de mundos inmediatos y minúsculos, esa inminencia de vidas infinitas cuya perspectiva me abría esa mujer, por fin me indicaban esa salida a la vida y una razón para estar en el mundo.

Pero no se puede aceptar la Vida  más que a condición de ser grande, de sentirse en el origen de los fenómenos, por lo menos de cierto número de ellos. Sin poder de expansión, sin cierta dominación sobre las cosas, la vida es indefensible. Sólo hay una cosa exaltante en el mundo: el contacto con las potencias de la mente. Sin embargo frente a la vidente se produce un fenómeno bastante paradójico. Ya no siento necesidad de ser potente ni vasto. La seducción que ejerce sobre mi es más violenta que mi orgullo, y momentáneamente me basta una cierta curiosidad. Estoy listo para abdicarlo todo frente a ella: orgullo, voluntad, inteligencia. Sobre todo inteligencia. La inteligencia, que es toda mi altivez. Claro que no me refiero a cierta agilidad lógica de la mente, el poder pensar rápidamente y crear rápidos esquemas en los márgenes de la mente. Me refiero a una penetración que a menudo es a largo plazo, que no necesita materializarse para satisfacerse y que señala vistas profundas de la mente. Es con base en esa penetración patizamba y generalmente sin materia (y que yo mismo no poseo) que siempre he pedido que se me de crédito por cien años y contentarme con silencio el resto del tiempo. Yo sé en qué limbos recuperar a esa mujer. Escudriño un problema que me acerca al oro, a toda materia sutil, un problema abstracto como el dolor que no tiene forma y que tiembla y se volatiliza al contacto con los huesos.

Toda la vida se me convertía en ese dichoso paisaje en el que los sueños que se voltean se nos presentan con el rostro de nuestro yo.  La idea del conocimiento absoluto se confundía con la idea de la similitud absoluta de la vida y de mi conciencia. Y yo sacaba de esta doble similitud el sentimiento de un muy cerceno nacimiento en el que usted era la madre indulgente y buena, aunque divergente de mi destino. Ya nada me parecía misterioso en el hecho de esa videncia  anormal en la que se rozaban con usted los gestos de mi existencia pasada con los sentidos hinchados de advertencias  y conexiones. Yo sentía que mi espíritu  y mi mente habían entrado en comunicación  con su espíritu y su mente respecto a la figura de esas advertencias.
Pero, y usted, Madame, ¿qué es esa miseria de fuego que de pronto se insinúa en Ud., y por maña de que inimaginable atmosfera? Pues después de todo usted vé, y, sin embargo, nos rodea el mismo espacio.
Lo horrible, Madame, está en la inmovilidad de esas paredes, de esas cosas, en la familiaridad  de los muebles que la rodean, de los accesorios, de su adivinación, en la indiferencia tranquila de la vida en la que usted participa como yo.
Y sus vestidos, Madame, esos vestidos que tocan a una persona que ve. A su piel, todas sus funciones,  en fin. No puedo hacerme a la idea que este usted sumisa a las condiciones del Espacio, del Tiempo, que le pesen las necesidades corporales. Debe usted debe ser demasiado ligera para el espacio.
Y, por otro lado, usted me parecía tan bonita, y con una gracia tan humana, tan de todos los días. Bonita como cualquiera de las mujeres de las que espero el pan y el espasmo, y que me alcen hacia un umbral corporal.
A los ojos de mi mente usted no tiene límites ni bordes, es absoluta y profundamente incomprensible. Pues ¿cómo se aviene usted con la vida, usted que tiene el don de la vista aguda? Y la larga ruta toda seguida por la que su alma como un péndulo se pasea, y en la que yo podría leer tan bien el porvenir de mi muerte.
Si, aún hay hombres que conocen la distancia de un sentimiento a otro, que saben crearle pisos y apeaderos a sus deseos, que saben alejarse de sus deseos y de su alma, para luego volver a entrar como falsos vencedores. ¡Y están los pensadores que penosamente copan a sus pensamientos, que introducen falsas apariencias en sus sueños, esos sabios que desentierran leyes con siniestras piruetas!!!
Pero Usted, infamada, despreciada, cerniéndose, usted incendia la vida. Y he aquí que la rueda del Tiempo de un solo golpe se inflama a fuerza de hacer chirriar los cielos.
Usted me recoge pequeño, barrido, rechazado, e igualmente desesperado que usted, y me alza, me retira de este lugar, de  este espacio falso donde ya no se digna ni hacer el gesto de vivir, pues ya alcanzó la membrana de su reposo. Y a este ojo, esta mirada sobre mí mismo, esta única mirada desolada que es toda mi existencia, usted lo magnifica y lo hace volverse hacia sí mismo, y entonces un brote luminoso hecho de delicias sin sombras, me revive como un vino misterioso.