viernes, 11 de enero de 2013

‎1993 Año Copernicano

Vivía en Los Samanes, Caracas, con mi padre y mi hermana Remie Rosa. Leía El Péndulo de De Foucault y Claudia me prestó Solo la verdad libera de Jiddu Krishnamurti.
Después de cruzar ese portal, decidí recomponer el tema fotográfico, hasta ese entonces absoluto sagrado y recorté el plasma a modo de teselas que denominé capsulas planas. Con ellas compuse un collage de gran formato que durante muchos años dominó la escalera de la casa de Rosa, la mamá de Remie Rosa y que en una pelea mi papá reclamó y obtuvo. La pieza, en paradero desconocido, es otra estrofa que en su momento cantaré. Años después pinté Universópolis que Remie Rosa entronizó en la sala de su casa.
Pero esta historia con final feliz tuvo sus lágrimas, cuando mi hermana, una geminiana fanática del chisme, diría Julia Elisa, mi madre: Hay que chismear para vivir no vivir para chismear; regó la bola familiar (no existían las redes) según la cual yo me había vuelto loca, que estaba destruyendo todas mis fotos. Cuando me enteré de lo que hacía, le dije algo tan radical que mi hermana terminó llorando en brazos de mi padre, pidiendo cacao y este delante de mí, le dijo: Hija, lo que pasa es que estás acostumbrada a que te traten con guantes de seda.